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lunes, 13 de febrero de 2017

Poema Nº 20


Puedo escribir los versos más tristes esta noche.
Escribir, por ejemplo: «La noche está estrellada,
y tiritan, azules, los astros, a lo lejos.»
El viento de la noche gira en el cielo y canta.

Puedo escribir los versos más tristes esta noche.
Yo la quise, y a veces ella también me quiso.
En las noches como ésta la tuve entre mis brazos.
La besé tantas veces bajo el cielo infinito.

Ella me quiso, a veces yo también la quería.
Cómo no haber amado sus grandes ojos fijos.
Puedo escribir los versos más tristes esta noche.
Pensar que no la tengo. Sentir que la he perdido.

Oír la noche inmensa, más inmensa sin ella.
Y el verso cae al alma como al pasto el rocío.
Qué importa que mi amor no pudiera guardarla.
La noche está estrellada y ella no está conmigo.

Eso es todo. A lo lejos alguien canta. A lo lejos.
Mi alma no se contenta con haberla perdido.
Como para acercarla mi mirada la busca.
Mi corazón la busca, y ella no está conmigo.

La misma noche que hace blanquear los mismos árboles.
Nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos.
Ya no la quiero, es cierto, pero cuánto la quise.
Mi voz buscaba el viento para tocar su oído.

De otro. Será de otro. Como antes de mis besos.
Su voz, su cuerpo claro. Sus ojos infinitos.
Ya no la quiero, es cierto, pero tal vez la quiero.
Es tan corto el amor, y es tan largo el olvido.

Porque en noches como ésta la tuve entre mis brazos,
Mi alma no se contenta con haberla perdido.
Aunque éste sea el último dolor que ella me causa,
y éstos sean los últimos versos que yo le escribo.


Pablo Neruda

5 comentarios:

  1. Las Lenguas de Diamante (Juana de Ibarbourou)

    Bajo la luna llena, que es una oblea de cobre,
    Vagamos taciturnos en un éxtasis vago,
    Como sombras delgadas que se deslizan sobre
    Las arenas de bronce de la orilla del lago.

    Silencio en nuestros labios una rosa ha florido.
    ¡Oh, si a mi amante vencen tentaciones de hablar!,
    La corola, deshecha, como un pájaro herido,
    Caerá rompiendo el suave misterio sublunar.

    ¡Oh dioses, que no hable! ¡Con la venda más fuerte
    Que tengáis en las manos, su acento sofocad!
    ¡Y si es preciso, el manto de piedra de la muerte
    Para formar la venda de su boca, rasgad!

    Yo no quiero que hable. Yo no quiero que hable.
    Sobre el silencio éste, ¡qué ofensa la palabra!
    ¡Oh lengua de ceniza! Oh ¡lengua miserable.
    No intentes que ahora el sello de mis labios te abra!
    Bajo la luna-cobre, taciturnos amantes,
    Con los ojos gimamos, con los ojos hablemos.
    Serán nuestras pupilas dos lenguas de diamantes
    Movidas por la magia de diálogos supremos.

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